Las semillas de sésamo son ricas en lecitina, que actúa como emulgente y ayuda a descomponer las grasas y el colesterol para que se disuelvan en agua y el cuerpo los elimine.
Además, las semillas de sésamo son una gran fuente de proteínas de origen vegetal (se absorben menos que las de origen animal), así como de hierro, calcio y zinc, imprescindibles para el correcto funcionamiento de los tejidos y para reforzar dientes y huesos (pero con un potencial menor que los mismos minerales de origen animal). Y ricas en fibra, perfectas para las personas con problemas digestivos.
Para aprovechar las propiedades del sésamo no basta con incorporarlo a nuestra alimentación, para garantizar que nuestro organismo pueda digerirlo y absorberlo bien es imprescindible triturar las semillas hasta que queden parcialmente molidas. Las podemos tomar con variedad de alimentos: con batidos o yogures, por encima de las ensaladas o verduras, mezcladas con cremas… Otra manera de consumirlas es en forma de salsa, la llamada salsa tahini”, ingrediente básico del hummus.
Si no se trituran antes de incorporarlas a nuestros platos, entonces hay que masticarlas bien, porque, sino, el cuerpo no absorbe sus nutrientes. Y también es mejor tostarlas un poco, porque así desprenden sus grasas.